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Dios me dio dos manos para hacerme high-five a mí misma.


¿Para qué tengo dos manos? ¡Para hacerme high-five a mí misma, obviamente! Un gesto de autoafirmación. Algunos pensarían que las dos manos son para el multi-task, pero ¿yo? Uso las mías para auto-celebrarme. Y es que ¿quién no querría darse una palmadita en la espalda... o mejor dicho, un choque de palmas?


Nadie, y quiero decir ninguna persona en este vasto y complejo mundo, tiene los mismos sueños y deseos que yo. Ni mi madre, ni mi padre, ni el padre de mi preciosa hija, y sorprendentemente, ni siquiera mi propia hija. Ni mis socios, ni mis colegas con los que comparto tanto, ni los clientes para los que trabajo incansablemente.


Para ser genuinamente feliz, para alcanzar el éxito y la libertad financiera que imagino, para tener una vida llena de propósito y encontrar un significado más profundo, debo emprender este viaje en mis propios términos. No quiero decir que esté completamente sola; habrá quienes me ayuden, me apoyen o incluso me guíen. Sin embargo, la responsabilidad, la cuenta de esta búsqueda, recae únicamente en mí.


Yo sola cargo con la responsabilidad de los resultados de mi vida. Al sostener las riendas de mi vida, entiendo que soy la única arquitecta de mi destino. ¿El fundamento? Mis pensamientos. Son las semillas que crecen en emociones, lo suficientemente poderosas como para nublar el juicio e influir en las acciones. Pero con consciencia, puedo discernir sus mensajes subyacentes, asegurando que se alineen con mis metas. Cuando las emociones afloran, no las evito; las abrazo y las comprendo, transformando el potencial caos en claridad. Esta claridad, a su vez, ilumina el camino hacia la vida que imagino.


Me llevó casi 35 años darme cuenta de esta verdad. Siempre buscaba un cómplice. Más precisamente, buscaba a alguien con quien compartir la responsabilidad, con la esperanza de aligerar el peso y la carga de posibles fracasos. Pero nunca funcionó.


A lo largo de mi vida, desde la infancia, acumulé innumerables creencias limitantes. Buscaba incansablemente la felicidad en el exterior, anhelaba amor y validación de otros, y perseguía una sensación efímera de satisfacción a través de adquisiciones materiales. Buscaba seguridad en las relaciones, me autodefinía a través de mis actividades y medía mi valor a través de mi cuerpo y logros. En este laberinto de búsqueda externa, admito que estaba perdida, confundida y muy muy alejada de mi verdadero yo.


No fue sino hasta años recientes que descubrí la verdad. Todo lo que buscaba estaba dentro de mí. No había necesidad de crear nada, solo necesitaba reconectar con mi alma, mi espíritu, mi esencia divina.


Hoy, entiendo, sé y siento que nunca estoy realmente sola. Me tengo a mí misma y estoy en compañía de algo mucho más grande que yo, llámalo Universo, Dios, inteligencia divina, cualquier nombre que te resuene. Esta fuerza divina está siempre presente, siempre guiando, apoyando y cuidando de nosotros.


Con cada respiración, mi fe se fortalece. Refuerza el conocimiento de que no estoy sola llevando esta llamada "carga" de mi felicidad y éxito (que en realidad no es una carga en absoluto). Mientras yo hago mi parte, que es un papel emocionante y significativo, el Universo se encarga de los cómos. Como dice acertadamente Marilyn Jenett: "let the Universe take care of the how’s and I will enjoy the wow, NOW!".

Así que sí, todos los días, en medio de los altibajos de la vida, me doy un high-five a mí misma. Me aplaudo por el fenomenal trabajo que realizo, por ver el caos y desenmarañarlo, descifrarlo y ordenarlo para convertirlo en mi mensaje, por elevar a la humanidad a través de mis palabras y experiencias, y por ayudar a otros a alcanzar sus objetivos más rápidamente y con menos dolor que yo. Celebro mi transformación, la expansión de mi conciencia, mi incansable búsqueda de la superación personal y mi continua evolución. El reconocimiento de que no soy la misma persona que era hace 20, 10, 5 años, o incluso ayer, trae un alivio y una satisfacción inmensos.

La profunda y empoderadora realización de que siempre estoy acompañada por mi yo superior, me consuela y fortalece. Esta fuerza omnipresente asegura que nunca me sienta realmente sola. Cuando el miedo intenta encadenarme, me refugio en el abrazo de este poder superior. En su presencia sanadora, cualquier incomodidad o dolor se convierte en un faro, un rayo de luz que penetra mis heridas, trayendo consigo curación y renovación. Y cuando llegan esos momentos de claridad, triunfo y entendimiento, puedes apostar a que me estoy dando otro high-five, e incluso un low-five y luego otro high-five 👏🏻.


Y ahora, querido lector, permíteme hablar directamente contigo y decirte cosas que nadie me dijo. Así como he recorrido mi camino, reconociendo que mi viaje es mío y de nadie más y la responsabilidad que eso conlleva, quiero asegurarte: No estás solo en el tuyo. Aceptar tu responsabilidad no es una maldición sino más bien una bendición, es una preciosa oportunidad para aprovechar y mostrar los superpoderes únicos que residen dentro de ti, una boleto de oro para probar los límites de tus habilidades.


Cree en tu capacidad para moldear tu destino. Aunque el pasado haya sido doloroso y no podamos cambiarlo, poseemos el poder de elegir cómo lo interpretamos y cómo procedemos. Recuerda, en medio de todo el ruido externo, hay una fuerza dentro de ti que te guía: tu yo superior. A medida que avanzas, abraza cada día con la certeza de que estás apoyado y valorado por fuerzas tanto internas como externas. Atrévete a soñar en grande, porque todo lo que deseas está a tu alcance. Persigue activamente tus sueños, permitiendo que el universo navegue por los cómos, mientras te deleitas en los resultados. Verdaderamente lo mereces y quiero que sepas que yo estoy aquí echándote porras 🥳.

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