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La Ironía de la Sabiduría No Solicitada: Cuando Ayudar se Vuelve Dañino


Desde que era una niña, siempre me ha gustado ayudar. Desde animales, hasta compañeros molestados o ayudando a mi mamá y papá, sentía la necesidad de ayudar a los demás. Soñaba con ser abogada para ayudar a niños como yo—niños indefensos en situaciones familiares difíciles. En la infancia, ayudar era una cualidad genuina, pura e intacta.


A medida que crecía y mi propio dolor se intensificaba, noté un cambio. Mi papel como ayudante se transformó en el de "salvadora." La ayuda ya no venía desde la intención pura de ayudar; ahora, me motivaba e impulsaba la incomodidad que me causaba el dolor y sufrimiento de otros. Lo que yo quería era control. Quería arreglar todo para todos, especialmente en mis relaciones más cercanas e íntimas. Ahora que miro hacia atrás, puedo ver claramente que era una especie de adicción inconsciente que creaba muchos más problemas de los que resolvía. Era un defecto disfrazado de cualidad. Una maldición por los dos lados de la moneda.


El problema de intentar solucionar y controlar es que desplaza el enfoque de la persona necesitada y a uno mismo. Cuando damos consejos no solicitados, generalmente pasamos por alto los sentimientos y las circunstancias únicas de la persona a la que supuestamente estamos tratando de ayudar. No escuchamos, no entendemos y no proporcionamos la empatía que requiere la verdadera ayuda. En lugar de apoyarlos, disminuimos inadvertidamente su capacidad y voluntad para resolver sus propios problemas. La verdadera ayuda se trata de empoderar a la otra persona, no de imponer soluciones.

La empatía no se trata de cambiar cómo se siente alguien; se trata de hacerles saber que no están solos en su dolor. Cuando intentamos arreglar la situación de alguien, invalidamos involuntariamente sus emociones, haciéndolos sentir no escuchados y aislados. La verdadera empatía implica acompañar a alguien en lo que siente, ofreciendo una presencia de apoyo en lugar de soluciones.

Convertirme en practicante de hipnosis y coach de vida marcó un punto de inflexión. Empecé a recuperar la pureza de mi propósito de ayudar. Aprendí que el verdadero coaching se trata de guiar, no de arreglar o controlar. La esencia de ser un gran coach radica en no ofrecer soluciones, sino en empoderar a otros para que encuentren ellos encuentren sus respuestas.


En mi rol de mamá, me siento constantemente a prueba ya que se activa en mi esa pate “salvadora”, no porque me incomode ver a mi hija con dolor, sino porque quisiera evitarle el dolor por completo. De pronto me sorprendo intentando arreglarle las cosas, creyendo que si controlo su entorno, será inmune al sufrimiento. Pero esto no es cierto y también lo se. Como dice Brené Brown en Atlas del Corazón: "No es nuestro trabajo solucionar las cosas para nuestros hijos; es nuestro trabajo enseñarles a sentarse con el dolor."


Tengo muy claro que para ayudar a otros, primero debo ayudarme a mí misma. Y lo puedo ver sobre todo en mi trabajo de ser mamá, que es muy distinto a mi rol con mis clientes, ya que con mi hija estoy involucrada emocionalmente. Se convierte entonces en una práctica diaria de compasión y desapego, permitiendo que mi hija sienta y conozca sus emociones. Me esfuerzo por estar con ella cuando está sintiendo dolor, haciéndole saber que no está sola, y permitiéndole resolver las cosas para que pueda crecer, sanar y emprender su propio viaje. Mi objetivo como madre es ser un ejemplo y enseñarle cómo estar abierta y dispuesta a recibir luz y reflejarla a los demás.

En este viaje, he aprendido que la verdadera ayuda se trata de empoderar a otros para que encuentren su fortaleza, guiándolos a descubrir sus caminos y siendo una presencia de apoyo. Se trata de recibir luz y reflejarla, no solo de crearla. Como sabiamente afirma Pema Chödrön, "La compasión no es una relación entre el sanador y el herido. Es una relación entre iguales. Solo cuando conocemos bien nuestra propia oscuridad podemos estar presentes con la oscuridad de los demás. La compasión se vuelve real cuando reconocemos nuestra humanidad compartida."

La verdadera compasión implica entender nuestra experiencia humana compartida y conectar profundamente con el dolor de los demás, no intentar arreglarlo. Al abrazar la empatía y la compasión, creamos un espacio donde la sanación y el crecimiento genuinos pueden ocurrir, tanto para nosotros como para aquellos a quienes buscamos apoyar.


Con amor y compasión, hasta la próxima 💙

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