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Revelando el Misterio: Por Qué No Cumples Lo Que Te Prometes



¿Te ha ocurrido alguna vez que te comprometes a hacer algo y luego no lo cumples?

“A partir de hoy voy a hacer ejercicio diariamente.”
“Esta vez sí empiezo la dieta.”
“Prometo no acostarme tan tarde.”
“Voy a limitar el uso del celular, especialmente cuando esté con los niños.”

La lista podría seguir indefinidamente...

 

Si te identificas con esto, quiero que sepas que no estás solo/a. Al igual que tú, hay cientos de miles, probablemente millones, de personas que experimentan lo mismo. Este patrón es más común de lo que imaginas, y aquí te explicaré por qué.

 

Nuestra mente se divide en dos partes: la mente consciente y la mente subconsciente, cada una con roles distintos. La mente consciente es aquella que utilizamos constantemente durante el tiempo que estamos despiertos para pensar, conversar, y organizar nuestras tareas pendientes. Percibe el mundo a través de los cinco sentidos y selecciona los pensamientos en los que quiere enfocarse, funcionando con una memoria de corto plazo. Por otro lado, la mente subconsciente opera de manera continua, tanto despiertos como dormidos, gestionando automáticamente funciones vitales como la respiración y el pulso. Actúa como una cámara de circuito cerrado, grabando todo, creando un vasto almacén de recuerdos, registrando cada momento de nuestra vida desde la concepción sin emitir juicios ni interpretaciones. Sus principales funciones son preservar la vida y ayudarnos a alcanzar nuestros deseos, obedeciendo a los pensamientos de la mente consciente.

La mente es nuestro mayor superpoder, pero es esencial aprender a utilizarla adecuadamente. Todos los aparatos, máquinas e incluso juegos de mesa que compramos, vienen con un instructivo o un manual para asegurarnos la adecuada operación y funcionamiento.  Curiosamente,  con la mente no se nos enseñan a manejarla ni en la infancia ni en la adultez, lo que genera para muchos que su mente opere en su contra sin que ellos se den cuenta.

 Existen más de 22 leyes que rigen el funcionamiento de la mente, similares a la ley de gravedad: operan constantemente para todos, sin excepción, ya sea que seamos conscientes de ellas o no. Nadie desafía la ley de gravedad por ignorancia o incomprensión de la misma.

 

Entre estas leyes, hay una particularmente relevante para entender por qué a menudo no cumplimos lo que nos proponemos. La mente está programada para movernos del dolor al placer. Su trabajo es evitar a toda costa el dolor y acercarnos siempre al placer. Sin embargo, tiene una comprensión más profunda de lo que consideramos placentero o doloroso que nosotros mismos, viendo más allá de las excusas que nos ponemos.

 

Frecuentemente, nos encontramos estableciendo metas con entusiasmo: deseamos perder esos kilos de más, tonificar nuestro cuerpo, incrementar nuestra actividad física para eliminar la pancita. Nos prometemos que esta vez será diferente; nos cuidaremos evitando postres, pan, pasta, optando por una alimentación saludable y comprometiéndonos con un régimen de ejercicios más riguroso. Inicialmente, algunos logramos mantenernos en el camino por una semana, otros tal vez un mes, pero, tarde o temprano, muchos de nosotros revertimos a nuestros hábitos anteriores.

 

Esta tendencia se debe a que, en un nivel subconsciente, encontrar placer en saborear alimentos deliciosos sin restricciones y disfrutar de unos minutos adicionales en la cama por la mañana puede ser más apetecible que el sacrificio que implica seguir una dieta estricta y levantarse temprano para ejercitarse.

 

Nuestra mente percibe esta realidad y concluye que, de hecho, es más placentero mantenernos alejados de dietas y rutinas de ejercicio.

La clave, entonces, es redefinir lo que consideramos placentero y doloroso en este contexto. Debemos ser sumamente específicos en cómo conceptualizamos y verbalizamos estos sentimientos para que nuestra mente lo entienda claramente. En mi experiencia personal con la dieta y el ejercicio, he encontrado que pensar en lo gratificante que es tener un cuerpo saludable, fuerte y en forma supera con creces el placer momentáneo de ceder ante antojos o dormir un poco más. Imaginar mi estado de salud y mi apariencia física de manera ideal, considerando los beneficios tangibles de una vida activa y una nutrición balanceada—como una mayor agilidad mental y un sueño reparador—, ha reconfigurado mi percepción de lo que es verdaderamente placentero para mí.

 Para efectuar este cambio de perspectiva, es crucial pensar, hablar e incluso escribir sobre nuestras intenciones. Al hacerlo de estas tres maneras, reforzamos nuestro mensaje internamente, asegurando que nuestra mente comprenda con precisión lo que realmente deseamos.

 

Así que, la próxima vez que te encuentres posponiendo o evadiendo tus compromisos, en lugar de sentirte culpable o decepcionado/a, reflexiona sobre la posible discrepancia entre lo que consideras placentero y doloroso. Ajusta tu perspectiva para que tu mente trabaje a tu favor.

 

Me despido con esta gran revelación que estoy segura te dejó mucho que pensar. Nos vemos en una semana. 💙

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